domingo, 26 de abril de 2015

Recompensando tus esfuerzos


Obedecía la orden de Daddy cada día nada más llegaba a su casa, la niña se quitaba la falda, se descalzaba y vestida únicamente con su blanca blusa, sus braguitas y sus calcetines largos, se sentaba sobre aquel regazo cómodo que se apretaba contra los rincones más inocentes y húmedos de su ser mientras rodeaba con sus brazitos el cuello de la persona que más feliz la hacía en el mundo susurrando a su oído -Ya estoy en casa Daddy -moviendo sus caderas con una sonrisa pilla y frotándose contra su dureza felizmente.

Sin embargo el tiempo de estar ociosos, perezosos y relajados llegaba a su fin. Aquella semana estaba resultando inusitadamente difícil, los exámenes se acumulaban, los trabajos se iban acercando lenta y amenazantes a los últimos días de plazo hasta las exposiciones y el clima en casa era algo tenso. Para colmo la semana de Daddy no estaba siendo mejor, la búsqueda de trabajo era una auténtica competición de creatividad por encontrar los rincones de la ciudad más escondidos, las ofertas online más atractivas y aun así pasar por entrevistas de condiciones pésimas y trabajos destinados a explotarte sin tener en cuenta la situación de la persona.

Como consecuencia de aquella situación los ánimos soltaban chispas, la niña estaba más rebelde y Daddy estaba más duro y exigente, hasta que una tarde discutiendo por teléfono ella rompió a llorar de la tensión acumulada tras una dura contestación y el sentimiento que aquello trajo a Daddy le hizo ir a por ella para consolarla y abrazarla aunque solo fuera durante cinco minutos en aquella tarde ocupada por las obligaciones.

-Daddy siente haber sido tan duro contigo... No estamos pasando por nuestros mejores días -dijo mientras apoyaba su mejilla contra su pecho y acariciaba su pelo oliendo su dulce aroma y apretándola con fuerza entre sus brazos. -Solo un esfuercito más y habrás terminado esta semana tan dura... da lo mejor de ti misma, haz que Daddy se sienta orgulloso y te recompensará como mereces por ello -dijo a su oído susurrando con voz dulce terminando por besarla con suavidad en la frente.

Ambos habían llegado a un punto álgido en cuanto a lo que podían soportar por la presión de sus obligaciones y dejándose llevar por sus emociones habían terminado estallando y haciéndose daño mutuamente. Sin embargo aquel punto de ruptura había sido necesario para dar salida a tantas emociones y volver a encontrar el centro, el equilibrio necesario para continuar, la determinación y la sonrisa para afrontar esa mala racha.

El comenzó a salir a la calle con sus curriculums bajo el brazo y su música sonando en los auriculares y ella redobló sus esfuerzos para casi cerrar las biblioteca cada tarde, llegando ambos cansados pero satisfechos a casa lo justo para cenar algo frugal y darse las buenas noches entre palabras tiernas y promesas de un mañana de más y mejor antes de colgar y caer rendidos.

Los exámenes se fueron sucediendo y con cada éxito Daddy se sentía rebosar de orgullo por aquella niña diligente y trabajadora que le demostraba lo inteligente y lo mucho que podía esforzarse tanto dentro como fuera de la cama. Por otro lado la situación para Daddy parecía estar cambiando, con un par de ofertas interesantes en el horizonte su humor había mejorado mucho y se mantenía optimista y constructivo.

El día antes del examen la niña estaba satisfecha con el resultado de su estudio, por lo que quiso dedicar su tarde a relajarse y hablar con Daddy de lo que harían ese fin de semana. Las ordenes no tardaron en llegar entre susurros maliciosos e intencionados que hacían que esta se estremeciera y las cosquillas se acumularan entre sus piernas haciéndole morderse el labio.

-Si lo llevas tan bien... Daddy no quiere que lleves braguitas a tu examen mañana... y tampoco quiere que te masturbes esta noche para ir a dormir...-dijo para disgusto de ella que intentó quejarse pero con tan poca fuerza que terminó sucumbiendo a sus deseos con ganas de complacerle. Aquella noche la niña durmió sin braguitas, aunque dormir era algo demasiado generoso pues estuvo entrando y saliendo toda la noche de un duermevela onírico que mezclaba la pesadilla de un catastrófico examen con sueños húmedos donde evocaba la recompensa que Daddy tenía reservada para su nenita.

El despertador sonó y la  niña se despertó con pesadez solo para sonreir con un mensaje que parpadeaba visible y a la espera de ser leído. Buenos días pequeña, Daddy te desea un feliz fin de exámenes, sabe que lo harás bien... ¿Recuerdas esas bolitas chinas que apenas has usado porque no hemos tenido ocasión? Quiero que las lleves puestas desde que salgas del examen hasta que llegues a casa... Y se metió en la ducha para despejarse y encaminarse a su examen con la moral y las ganas bien altas.