El artesano se sentía solo, creaba juguetes y piezas únicas talladas en la madera, y veía como sus clientes juzgaban sus obras por el peso del dinero que costaban, más que por la belleza y el esfuerzo que ponía en ellas. Comenzó a detestar aquella superficialidad, ponía tanto amor en sus creaciones que no podía entender como no se daban cuenta de ello. Así que se fue apartando poco a poco de la gente que no lo comprendía, dejó de trabajar la madera y cayó en un profundo estado de depresión.
Pero un día, paseando por un bosque cercano, se topó con un trozo de madera de un árbol caído, mecánicamente como otras tantas veces, lo llevó a su taller y sentándose en su banco de trabajo acarició la madera pensativo. Comenzó a trabajarla con devoción retirando la corteza que recubría el tierno corazón de aquel joven árbol, cortando las ramas, limando las asperezas para empezar a transformarlo y llenar así el vacío que había en su alma.
Poco a poco, los pies, las piernas, el torso, las manos, los brazos y la cabeza todavía sin más que una forma aproximada de ser humano fueron asomando al trabajo de sus diligentes manos. Perdió la noción del tiempo y de la realidad más allá de aquella habitación, y su obra iba tomando el cuerpo de una hermosa muñeca a tamaño real. La articuló para que pudiera moverse, en su pecho como corazón depositó un mecanismo musical con el que llenar sus silencios de soledad, y fue labrando cada detalle con mimo y paciencia, dejando que el formón entre sus dedos retirara la tosca madera y dejara a su paso fina piel, que al termino untaría en aceites para que brillara en toda su esplendor.
Y al cabo de un tiempo, trás haber hecho de su forma sus deseos, ya pintaba los últimos detalles sobre el lienzo de su cuerpo; las uñas de manos y pies pintadas con suma delicadeza de un rojo encendido, la sombra de ojos, las largas pestañas, el iris de un hermoso color cobrizo, su pelo largo rubio y cayendo en cascada sobre sus hombros, su boquita afrutada dulce y suave como la de una niña y por último, cubrió su desnudez con un vestido de vaporosa seda rosa y enjoyó su cuello con un hermoso collar. Cuando terminó, estaba tan exhausto que cayó dormido sobre la muñeca y en su rostro dibujada una sonrisa de satisfacción, brotando de sus ojos una lágrima de orgullo por su creación.
Cuando volvió en si mismo, estaba apoyado sobre la tosca madera de la mesa de trabajo llena de virutas de madera y restos de serrín. Sus ojos vieron como recogida en una posición fetal y aferrando sus rodillas, la muñeca que creara como poseído por una inspiración divina, lo miraba con sus ojos pintados y una expresión inmóvil. Habló entonces -¿Puedo cantar y bailar para usted Señor? - a lo que él asintió cautivado por aquella voz tan dulce. Y la muñeca poniéndose en pie con su sonido de madera joven, flexible y elegante, danzó y deleitó a su creador con su voz acompañada de una música que salían directamente de su corazón artificial, para terminar de conmoverlo arrodillada a sus pies en una reverencia.
Con la virtud y la exigencia de un maestro, fue moldeando su personalidad para que encajara con sus deseos y necesidades como dos piezas de puzzle, y ella respondía siempre con la más ávida sed de conocimiento y aprendizaje, derribaba límites que para otras personas suponían muros infranqueables, había frecuentes "por que" y "para que", pero siempre que ella preguntaba lo hacía para comprender mejor a aquel que le insuflara vida. Con paciencia e ilusión, aquella muñeca distaba de ser el trozo de madera que encontrara hacía tiempo ya en el bosque durante un paseo, ó la simple bailarina de voz de lata que ahora se le antojaba un recuerdo, pues cuanto más aprendía y vivía junto a él más humana se tornaba.
Sensaciones comenzaban a afluir de ella, cuando su Señor estaba triste ella no podía evitar sentir una opresora e inexplicable sensación en su pecho que aliviaba cantando para él y acariciando sus cabellos con devoción en cada gesto. Cuando su Señor estaba alegre compartía su alegría con él con una sensación de liviandad, y una sonrisa perenne dibujada en su rostro con el formón que tampoco comprendía. Todo su mundo giraba en torno a Él, y sus sentimientos se reflejaban en ella como si de un espejo se tratara, a modo de sensaciones ya que su corazón aun era mecánico, y sin un corazón real, comprender los sentimientos era imposible para ella.
Sin embargo aquel proceso de aprendizaje la cambiaba progresivamente, la muñeca fue cambiando, transformándose, perdiendo poco a poco su aspecto artificial; su cuerpo de madera se volvió de carne y hueso, sus ojos y su boca ahora reflejaban sus emociones de forma coherente. En ella se había instalado una ineludible y primaria necesidad de superarse, de dar más de sí, de complacer a quien la creara.
Los sentimientos y la postura de Maestro y Creador de su obra fueron dando paso a el amor por su entrega, y le colmaban llenando aquel doloroso vacío, recuperándolo de su enfermedad, y al mismo tiempo que su corazón se llenaba de nueva vida y anhelos, motivados por su esfuerzo y voluntad, ella le confesó sus sentimientos. -Le amo Maestro, yo soy la causa de sus deseos, el producto de sus anhelos, mi vida existe por ellos, y mi cuerpo y mi voluntad solo para Vos.
Los ojos de ella se perdieron en los de Él durante una eternidad, las manos del artesano acariciaron su piel mientras los labios se encontraban, el corazón de ella cantó una canción de amor tan profunda y lenta como las caricias y los besos que se regalaban. Sus cuerpos se fundieron en uno mientras hacían el amor, explorando ambos la desnudez recién descubierta, dejándose llevar por un maremagnum de sensaciones, emociones y sentimientos que se entremezclaban con un tiempo carente de sentido, deleitándose con las sonrisas que se dedicaban, con la opresión de la excitación que los hacía levitar por encima de todo, llevando todo aquel tiempo de soledad, de creación, de enseñanza, de aprendizaje, de cambio, y sobre todo de amor, a la cúspide de un orgasmo que concluyó con la ultima nota de aquella hermosa canción, rompiendo el mecanismo de su pecho para dejar al descubierto, el corazón de una muñeca de carne y hueso entregada y profundamente enamorada de su Dueño.